viernes, 15 de octubre de 2010

El rescate de los mineros y sus consecuencias

Por Marco Schwartz

En medio de un impresionante despliegue informativo, comienza el rescate de los 33 mineros atrapados desde hace dos meses en una galería a casi 700 metros de profundidad.
Si en algo existe unanimidad en estos momentos es en el deseo de que la operación culmine con éxito y en que los trabajadores puedan regresar junto a sus familias y amigos tras soportar con admirable entereza una experiencia espantosa que seguramente les marcará el resto de su existencia. Lo que cabría esperar, una vez se encuentren sanos y salvos, es que el drama por ellos vivido tenga consecuencias. Por ejemplo, que propicie un debate serio sobre las condiciones laborales en Chile y, de modo más general, sobre las enormes desigualdades sociales que caracterizan al país latinoamericano más alabado por los círculos neoliberales.
El caso de los 33 mineros es paradigmático: ellos y otros 300 compañeros de la mina San José ganan, a lo sumo, 900 euros mensuales, llevaban dos meses sin cobrar -sin que el Gobierno se haya preocupado mucho por este detalle-, y la empresa que los emplea afronta varios expedientes por las condiciones de inseguridad en las minas.
En vez del necesario debate, lo que se ha visto por parte de las autoridades chilenas, con la ayuda de las grandes cadenas de televisión, es un intento descarado por rentabilizar el caso, convirtiéndolo en una exhibición de fervor nacional mediante la utilización de la más rancia retórica patriotera. Cuando los focos se apaguen y amaine el ruido, ya habrá tiempo de preguntar al ultraliberal presidente Piñera qué piensa hacer por los mineros, y por todos los trabajadores, de Chile.
Los indígenas americanos seguirán sepultados
Carlos Enrique Bayo
En este mediático Relato de 33 mineros que estuvieron 69 días sepultados a más de 600 metros de profundidad, que fueron proclamados héroes de la patria, que serán besados por las reinas de la belleza y hechos ricos por la publicidad, y luego aborrecidos por el Gobierno y olvidados para siempre, pocos medios han resaltado lo que es a todas luces evidente: los ministros, técnicos, autoridades y empresarios que van y vienen de Copiapó (y ayer asistían al gran circo del rescate) son todos de pura raza blanca (si es que eso existe), mientras que los rostros de los atrapados en la mina muestran todos claros rasgos indígenas o mestizos.
Igual que en las vecinas Salinas Grandes de Jujuy (al norte de Argentina) se encuentra uno a indígenas atacameños, arrancando la sal a pico y pala a más de 4.000 metros de altura, soportando vientos helados y el cegador brillo blanco del entorno; para sorpresa del que llega desde Buenos Aires y observó en la capital federal una de las poblaciones con menor diversidad étnica de todas las megalópolis del globo.
Es un sarcasmo histórico que fuera un 12 de octubre el día en el que el presidente Piñera y todo su equipo de tecnócratas racialmente puros se pusieran la medalla de extraer de la madre tierra a los que su clase catira sigue explotando como hace 518 años. Igual que los blancos continúan esquilmando sus tierras ancestrales, obligándolos a extraer el cobre, el oro o la plata en condiciones laborales de semiesclavitud. Iniquidad que persiste en toda Hispanoamérica... salvo en Bolivia desde 2005, gracias a Evo.
Ocultos tras el despliegue triunfalista que prepara el Gobierno chileno, los mapuches, aymarás, rapa nui, quechuas, atacameños, picunches y tantos otros pueblos incaicos sometidos por los conquistadores permanecerán desposeídos y sojuzgados. Pase lo que pase en Copiapó hoy y mañana, ellos seguirán sepultados bajo la opresión blanca.