sábado, 15 de mayo de 2010

Quién escupió primero

6 de Mayo de 2010







Salvador Muñoz
Cientista Político del Programa de Políticas Públicas de la Academia de Humanismo Cristiano.

Controvertidos fueron los agravios y escupitajos que recibieron los dirigentes de la Concertación durante la conmemoración del 1º de mayo en Santiago. Su presencia en el acto y su respuesta frente a las agresiones, evidencian que siguen sin entender cuál es el verdadero balance que la ciudadanía ha hecho de su gestión gubernamental en el país.
La Concertación gobernó por veinte años. Aunque se han empecinado en intentar convencernos que el crecimiento económico, la modernización y la reducción sustancial de la pobreza extrema son obras de su gestión, la realidad parece ser otra y el balance que hacen los trabajadores es distinto.
En veinte años la riqueza se concentró en unos pocos grupos económicos, con una distribución del ingreso y desigualdades sociales escandalosas. La “transición a la democracia” no permitió el acceso a espacios de representación de todas las fuerzas políticas, destruyó el tejido asociativo y debilitó la posición negociadora de los trabajadores. Esto se ha traducido en un aumento de los trabajadores sin contrato, una disminución de la tasa de sindicalización y del número de trabajadores que negocia colectivamente.
Cada vez que asumían el gobierno, los trabajadores veían como los gobiernos de la Concertación les rendían pleitesía a los empresarios y olvidaban rápidamente sus promesas de campaña.
A ello se agrega el uso abusivo de la subcontratación que utilizan los empresarios para diluir la persona del empleador, utilizando numerosas razones sociales. Con ello se elude la formación de sindicatos, el pago de gratificaciones y cotizaciones previsionales. Permite al mismo tiempo que en una misma empresa coexistan trabajadores que realizan similares tareas, pero que pertenecen a una o varias empresas subcontratistas, con salarios distintos, sin derecho a la sindicalización y mucho menos a negociación colectiva.
Fue la Concertación una de las grandes responsables del aumento de la precariedad laboral del país. Entonces, ¿qué cosa no entiende Carolina Tohá de la reacción de los trabajadores? Si ella fue vocera del último gobierno concertacionista y luego jefa de campaña de su derrotado candidato presidencial.
El balance de los veinte años concertacionistas en materia laboral es negativo. Se privilegió a los empresarios –en desmedro de los trabajadores- como fuerza principal en el desarrollo del país. Y se consolidó una institucionalidad laboral que vulnera los derechos de los trabajadores y elimina la sindicalización.
Los trabajadores fueron buscados para todas las campañas políticas por los candidatos concertacionistas. Se les prometían pliegos, acuerdos mínimos y puntos programáticos, tratando de convencerlos de que esta vez cumplirían con la promesa inicial de avanzar hacia una sociedad más igualitaria.
El resultado fue siempre significativamente distinto. Cada vez que asumían el gobierno, los trabajadores veían como los gobiernos de la Concertación les rendían pleitesía a los empresarios y olvidaban rápidamente sus promesas de campaña. Esa actitud fue la que cimentó el camino para que Piñera fuera Presidente y continuara por la senda de la Concertación mientras ellos aparecen, con falta de sentido común y exceso de oportunismo, exigiéndole que cumpla sus promesas de campaña.
Los trabajadores parecen ir entendiendo que si bien la Concertación ya no le servía a Chile ni a sus intereses, Piñera con la llamada “Coalición por el Cambio”, jamás será la alternativa que el país necesita.
El insulto original provino de la Concertación. Fue haber mantenido en veinte años una institucionalidad que vulnera los derechos de los trabajadores y que amplía las diferencias sociales.
Esta institucionalidad, que mantiene la figura del reemplazo de los trabajadores en huelga y el concepto de “despido por necesidades de la empresa” no fue cambiada por la Concertación, a pesar de haber contado en más de una oportunidad con mayoría en el Parlamento y amplio apoyo social para los cambios.
Esta institucionalidad, donde se mantiene la figura de la subcontratación y un concepto de empresa que permite que una misma compañía tenga múltiples razones sociales ocultando al verdadero empleador y precarizando el trabajo, ni siquiera fueron asumidas en sus múltiples promesas de campaña.
Como si fuera poco, se mantienen las diferencias salariales entre hombres y mujeres por el mismo trabajo y la imposibilidad de los dirigentes sindicales para representar a los trabajadores en el parlamento.
Entonces, si el balance de la gestión concertacionista en esta materia es tan magro, ¿Qué recepción esperaban en la primera marcha del primero de mayo a la que asisten en más de veinte años?
*Salvador Muñoz comparte la autoría de este artículo con Daniel Jadue, miembro del Programa de Políticas Públicas de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano